Hay días como estos
en los que no me siento,
no veo, no lloro,
no rozo el delirio...
Y no te busco,
se que estás,
pero quiero que caigas,
que huyas, me dejes,
te marches, y caigas.
Y caer contigo
dando vueltas y evitar
esa luz magenta de diciembre,
que me atormenta,
me hunde, me esconde,
me corta, me mata,
en esa muerte dulce,
como respiro compartido
o llanto solitario...
caer, resbalar...
Resbalar,
dejar a las manos
reconocer nuevamente los pliegues,
la epidermis, las máscaras,
arrancarlas,
permitir que la sangre se una,
se diluya, se encuentre,
se confunda, nos llame,
a esa unidad invisible,
supuestamente irrompible,
eliminar esta postausencia
y la necesidad de saltar al vacío.
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