domingo, 29 de julio de 2007

A Isis, que nunca existió


No quiero muñecos de goma,
ni noches solitarias de llantos,
no quiero un nombre para llamarte,
ni visitas de parientes felices
que al marcharse maldicen mi estupidez.

No te quiero, ni al que vendría…

No quiero un estómago estirado,
y menos aún náuseas matutinas.

Me quiero a mí, y a mi futuro por venir,
¡solo!

Sin nadie a quien mecer,
con ganas de huir
antes de que sus lágrimas
me aten nuevamente la siguiente mañana.

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